Del griego protos (primero) y lógos (saber), indica en el
ámbito de la teología contemporánea la doctrina que estudia las afirmaciones
dogmáticas relativas a los orígenes, al «principio». la creación del universo
en general y del hombre en particular, su elevación al orden sobrenatural, la
caída del pecado original. El término protología se acuñó en analogía con el
término escatología, que estudia las realidades últimas, no ya como término,
sino como consumación. Entre la protología y la escatología se da una íntima
conexión, en cuanto que Dios llevará finalmente a su plenitud todo lo que
estableció desde el principio. La protología implica una etiología como
búsqueda de las causas, en cuanto que partiendo de las realidades últimas
vuelve a la raíz de las cosas, para señalar su significado último. En este
sentido, la protología no es solamente la disciplina que tiene como objeto
material los orígenes, sino la búsqueda de sentido a la luz del pasado. El
presente y el futuro se pueden conocer mejor en virtud de los orígenes y por
otra parte el presente permite comprender en profundidad los hechos que
acaecieron al principio. Así pues, la protología implica una concepción
particular del tiempo, para la que el pasado no es una realidad estática y
muerta, sino una realidad dinámica y operante, continuamente actualizada en el
presente y proyectada hacia el futuro, y el presente y el pasado se anticipan
de alguna manera virtualmente en el pasado.
En la Biblia, en el Antiguo Testamento los primeros capítulos
del Génesis, 1-3, pueden considerarse como una profecía retrospectiva, en
cuanto que hacen comprensible la protohistoria hasta Gn 11 y el camino de
salvación iniciado con Abrahán y que llega hasta su plenitud en Cristo. De la
experiencia ejemplar del éxodo, Israel se remontó a la fe en Dios creador que
sostiene y hace vivir el universo para comunicar su salvación a los hombres. La
creación y la alianza son expresión del único Dios liberador. También el
procedimiento de las genealogías se utiliza para describir y explicar los
orígenes y el sentido de la realidad.
En el Nuevo Testamento, la realidad de los orígenes está
continuamente presente y explica la venida de Cristo, así como es en Cristo
donde encuentra el fundamento, el sentido y la meta todo lo creado. «En él, con
él y por él» es la afirmación que se repite continuamente en el prólogo de
Juan, en las cartas paulinas, en la Carta a los Hebreos. En los sinópticos, el
mismo Jesús apela a la voluntad original del Creador contra la praxis del
divorcio: « Fue Moisés el que, por vuestra dureza de corazón, os concedió
repudiar a vuestras mujeres, pero al principio no fue así» (Mt 19,8). Jesús
indica que los tiempos nuevos inaugurados por él implican un retorno a los
orígenes. Para Pablo, la historia del hombre se desarrolla en una tensión entre
el pasado, el presente y el futuro, entre Adán y Cristo. «Si por un hombre vino
la muerte, por un hombre ha sido también la resurrección de los muertos; y como
todos mueren en Adán, así todos serán vivificados en Cristo» (1 Cor 15,45-49).
Cristo es el segundo y último Adán, el prototipo del hombre nuevo y la
salvación y consumación de la creación (Tit 3,5)
El prólogo de la Carta a los Efesios (1,3-10) proyecta sobre
toda la historia de la salvación el designio presente desde el principio de
instaurar todas las cosas en Cristo. De esta manera, la protología y la
escatología se responden mutuamente.
Los Padres de la Iglesia profundizaron en el tema de la
creación «ex nihilo» y atendieron no sólo a la relación Adán-Cristo, sino
también a la de Eva-María, señalando sobre todo en la Madre del Salvador, la
nueva Eva, el comienzo de una nueva creación (Justino, Ireneo, Efrén). San
Epifanio interpreta la maternidad divina de María en relación con Eva, «madre
de los vivientes», en cuanto que el género de los vivientes procede de Eva,
pero es María la que concibió a Aquel que vive (Haer. 78,18). Lo que es figura
en Eva, se hace realidad plena en María.
El concilio Vaticano II pone de relieve a la creación como
fruto del amor de Dios y sitúa en primer plano al hombre y su dignidad. En su
reflexión antropológica, la Gaudium et spes adopta una perspectiva
protológico-escatológica cuando afirma: «En efecto, Adán, el primer hombre, es
figura del futuro» (Rom 5,14), es decir, de Cristo Señor que es el nuevo Adán:
revelando precisamente el misterio del Padre y de su amor, revela también
plenamente el hombre al hombre y le da a conocer su altísima vocación» (GS 22);
concluye de este modo diciendo que todas las verdades expuestas sobre la
dignidad del hombre encuentran en Cristo su fuente y alcanzan su vértice en él.
En la teología contemporánea, K. Rahner ha dado un relieve
particular a la protología como tarea de la teología para una comprensión más
profunda del hombre, indicando que «una protología definitiva es posible
solamente con Cristo y solamente a partir de Cristo se la puede concebir en su
ser formal propio».
En una perspectiva distinta, en el pensamiento de Juan Pablo
II encontramos el tema del «principio» como clave hermenéutica para una comprensión
más profunda del designio original de Dios, siempre presente en la historia del
hombre y como su verdad más genuina. En esta perspectiva, el Pontífice
desarrolló sus catequesis sobre la «teología del cuerpo» (1980-1984),
profundizando en el sentido de la corporeidad de la persona humana, de la
masculinidad y femineidad, del matrimonio, de la virginidad, etc. Semejante
planteamiento se encuentra igualmente en otros documentos suyos como la
encíclica Redemptoris mater (1987) y en la carta apostólica Mulieris dignitatem
(1988), que a la luz del «principio» afronta el tema de la mujer, de la
communio personarum y del desequilibrio provocado en ellos por el pecado.
E C. Rava
Bibl.: K. Rahner. Protología, en SM, Y 627629; Íd"
Principio y fin, en SM, Y 553-561; Íd., Reflexiones fundamentales sobre
antropología y protología en el marco de la teología, en MS, II/l, 454-468; J.
L. Ruiz de la Peña, Teología de la creación. Sal Terrae, Santander 1986; J,
Auer, El mundo, creación de Dios, Herder Barcelona 1979; L, F. Ladaria,
Antropología teológica, Madrid-Roma 1980.
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